Han pasado ya unos días desde que elegí el título del presente artículo: Urgencias Sociales.
Y lo hice hace unos días, mientras estaba parado frente a un semáforo de Valencia, cerca del que fue semáforo de Europa, esperando con tranquilidad el cambio de color rojo al color verde del led.
Mientras repaso mentalmente los puntos del orden del día de la reunión, mi mirada se detiene en la cola multicolor de vehículos que avanzan enfrente de manera lenta y aletargada. Varios conductores con mirada nerviosa atienden los whatsapps mañaneros.
En general, qué gran trastorno produce la inmediatez de respuesta de estas aplicaciones en nuestras manos.
El año pasado, el 38% de los accidentes de tráfico con víctimas, la distracción al volante fue el factor desencadenante.
Por no hablar del los whatsapps en reuniones, en medio de la calle, en la mesa durante la comida, en los parques, en la tienda,…
La (in)cultura de la inmediatez, ojo, a la que todos y todas estamos enganchados.
Bueno, el tráfico sigue lento. Entre los coches que circulan, me llama la atención una furgoneta grande, con el escudo del Ayuntamiento de Valencia en el lateral, en la zona de la puerta. Amplío la visión de la mirada para verla en su totalidad y descubro la rotulación que abarca gran parte de la parte trasera lateral. Urgencias sociales.
Y en la parte trasera de la furgoneta aparece el escudo de la Fundación Rais, que debe ser la entidad que gestiona el servicio.
Nunca lo había visto. En casi veinte años de profesión el sector de la educación y el trabajo social no había visto estas furgonetas, sí las urgencias sociales.
Sí, hay profesionales que nos dedicamos a temas sociales. Y sí que he vivido situaciones de urgencia social, que hay que resolver con urgencia, prisa, premura, apremio, celeridad, rapidez y diligencia.
Las situaciones de urgencia social son episodios críticos en la vida de muchas personas que se ven atrapadas en crisis familiares, situaciones de maltrato, dependencia, exclusión social y que por tanto, requieren de la acción inmediata de profesionales para atender y frenar estas situaciones.
Mis años de profesión siempre han estado ligados al marco de la prevención, con menores, jóvenes y sus familias, muchos de ellos en riesgo de exclusión social. Y en la intervención socioeducativa llevada a cabo, a través de actividades de ocio y tiempo libre, deportivas, de búsqueda de empleo, de mediación familiar, escolar, comunitaria, hemos hecho uso de medios de transporte públicos, incluso hemos contado con furgonetas para los traslados a las actividades. Casi siempre rodeados de ilusión, alegría y optimismo.
Y en estos veinte años de profesión, hemos cambiado y transformado vidas. A través del trabajo preventivo. Sí, has oído bien, cambiado vidas.
Prevenir quiere decir que hay que actuar antes de que ocurran las cosas. Y está demostrado que es rentable social, económica y, estoy convencido, también políticamente.
Ssssssss, despierta.
Nueva víctima de violencia de género.
Durante varios días el negro y la tragedia siembran de terror todos los rincones de los medios.
¿Cómo es posible que siga sucediendo?
¿Cómo es posible que la sociedad que estamos construyendo siga generando desigualdades a pasos agigantados, cómo es posible que el 40% de los hogares esté bajo el umbral de la pobreza?
Urgencias Sociales. ¿En qué cajón se guardan las políticas preventivas?
Aún recuerdo la cara de una de mis jefas que nos preguntaba incrédula que porqué poníamos tanto empeño en nuestras tareas, si total, nuestro trabajo no era tan importante.
Ella ahí sigue, en la poltrona, muy cerca, sembrando miedo e inanición a todo aquél profesional que quiere cumplir con empeño su trabajo.
¿Cómo es posible que sigan ahí algunos de ellos, tecnócratas que siguen hablando del sexo de los ángeles, inmersos en luchas de ansias y poder?
Mientras tanto, están pasando cosas muy tristes y dolorosas a nuestro alrededor.
Muy triste.